PARA NO OLVIDAR


NO

 

Las divisiones son líneas imaginarias trazadas por las mentes pequeñas.
La temporada de fracaso es la mejor época para sembrar las semillas del éxito.

Que mi sonrisa de alma a través de mi corazón y mi sonrisa de corazón a través de mis ojos, que puede dispersar sonrisas ricos en corazones tristes.
¿Es acaso un diamante menos valioso por hallarse cubierto de lodo? Dios ve la inmutable belleza denuestra alma; El sabe que no somos nuestros errores.

Recuerda que recogeremos, infaliblemente, aquello que hemos sembrado.
Si estamos sufriendo, es porque recogemos los frutos amargos de los errores que hemos sembrado en el pasado.
Permanece alerta en lo que se refiere al momento presente.
Planta ahora semillas de optimismo y de amor, para recoger mañana frutos de alegría y de felicidad.
Cada uno recoge, exactamente, lo que sembró.

Pero no olvides que la solución de nuestros problemas está dentro de nosotros mismos, en la voz silenciosa de nuestra conciencia, que es la voz de Dios dentro de nosotros.
No te dejes engañar: sólo tú serás responsable del camino que eliges.
Nadie podrá rendir cuentas por ti.
Procura, por lo tanto, vivir acertadamente, de acuerdo con tu conciencia.

Resuelve tu problema.
Tienes mucho tiempo si te propones reformar tu vida, mejorar tus actos, terminar definitivamente con tus flaquezas.
Comienza, pues, a partir de este momento.
No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy.
Ciertamente que no puedes resolverlo todo de la mañana a la noche.
¡Pero comienza ya!
Y si caes de nuevo, no te desanimes: vuelve a comenzar cuantas veces sea preciso.

Cuando empezamos a comprender al ser humano en su totalidad, nos damos cuenta de que no es un simple organismo físico. En efecto, el hombre está dotado de numerosas facultades que emplea en mayor o menos medida para adaptarse a las condiciones de este mundo; su potencial es mucho más vasto de lo que generalmente se cree.
En este mundo poca es la gente que trata conscientemente de desarrollar las propiedades del cuerpo, de la mente, y del alma. El resto es víctima de las circunstancias del pasado; impulsado por sus antiguos malos hábitos, se deja llevar sin sentido, decayendo impotentemente bajo la influencia de éstos, y pensando tan sólo: “Soy tan nervioso”, “Soy débil”, “Soy un pecador”, etc.

Todo cuanto ha creado el señor tiene por objeto ponernos a prueba, sacar a la luz la inmortalidad del alma que se oculta en nuestro interior. En esto consiste la aventura de la vida, y ése es su sólo propósito. Y la aventura de cada individuo es diferente, única. Deberás estar preparado para afrontar todo problema físico, mental o espiritual, mediante el uso del sentido común y la fe en Dios, con la certeza de que tanto en la vida como en la muerte tu alma tu alma permanecerá invencible.

Aprovecha cada prueba como una oportunidad para superarte. Cuando atraviesas por períodos de dificultades y pruebas en la vida, generalmente piensas con rebeldía: “¿Por qué tiene que sucederme esto a mí?”. En lugar de ello, debes considerar cada tribulación como un zapapico, con el cual puedes cavar el suelo de tu consciencia y hacer brotar el manantial de energía espiritual que yace en tu interior. Cada una de las pruebas que afrontes ha de servirte para poner de manifiesto el poder oculto que existe en ti, puesto que eres hijo de Dios, hecho a su imagen.

He tenido una continua controversia con mi Padre Celestial sobre porqué usa el dolor como una prueba para los seres humanos, hechos a su imagen, vuelvan a Él. Yo le digo al Padre que utilizar el dolor es una compulsión, mientras que la persuasión y el amor son medios más eficaces para lograr el regreso de los seres humanos al cielo. A sabiendas de su respuesta, no obstante, siempre discuto enfáticamente con Dios sobre estos asuntos, pues Él me entiende como un padre comprende a su hijo.
Ya sea que estés sufriendo en la vida, o gozando en la opulencia y el poder, tu conciencia debe permanecer inmutable. Si eres capaz de lograr la ecuanimidad, nada podrá herirte jamás. Las vidas de todos los grandes maestros nos muestran que ellos alcanzaron este bendito estado.

Fuente: Paramahansa Yogananda.