LA MENTE
La mente posee tres imágenes cuyas recíprocas interrelaciones entre sí mantienen la cohesión y la continuidad del ego, o lo que conocemos como "yo". Estas tres imágenes son Ser, Querer y Saber.
– La imagen del Ser contiene lo que se es y lo que no se es. Consiste en la identificación de las características y atributos de los objetos y las ideas.
– La imagen del Querer contiene lo que se quiere y lo que no se quiere, es decir, el ámbito de la voluntad; asimismo contiene lo que se desea y lo que no.
– La imagen del Saber contiene lo que se conoce y lo que se desconoce, lo que se entiende y lo que no se entiende.
Tal vez necesite aclarar a que me refiero cuando hablo de "imagen". Utilizo esta palabra en el sentido de consciencia y/o conciencia. Como sus contenidos, a veces, no son tan "conscientes" he preferido usar una expresión más gráfica; aunque a lo largo de este escrito las utilizaré indistintamente.
Según lo dicho más arriba, estas imágenes contienen, a su vez, multitud de otras imágenes cuyas interacciones producen la enorme gama de órdenes mentales que conforman la personalidad o mentalidad del individuo.
Sería interminable un estudio detallado de todo esto y tampoco es mi intención hacerlo; más bien, lo contrario, me dedico a observar una imagen capaz de contener en sí misma a todas las demás.
EL TENER
El mundo moderno, con su utilitario modo de pensar materialista nos lo pone más fácil de observar.
Efectivamente, siempre ha estado entre nosotros, y lo expresé al principio de este escrito de manera intencionada «la mente posee tres imágenes». La imagen del Tener es la acaparadora, es la imagen sobre la cual descansa toda la actividad e inactividad de la mente.
La consciencia del Tener aglutina y relaciona las imágenes del Ser, del Querer y del Saber, compactándolas y creando la apariencia de una entidad.
La aplicación mental de esta conciencia nos muestra fácilmente su poder. Decimos "tengo pensamientos", "tengo conciencia", "tengo inteligencia"; decimos "yo soy", cuyo significado es "tengo un yo"…
Nada escapa a su poder, ya que no hay cosa física, psíquica o espiritual que no pueda arreglarse con un simple "lo tengo" o "no lo tengo". No hay mente que se resista a su condición imperativa existencial. Bajo su dominio han nacido, se han desarrollado, y han muerto, culturas y civilizaciones.
Su yugo sobre las mentes está tan arraigado que dejar de pensar en sus términos puede resultarnos imposible, o una cuestión de ridículo planteamiento.
LA SOCIEDAD
La ciencia del reciente pasado siglo se ha superado a sí misma, derribando la anterior idea de tener una realidad irrefutable: la arrogantemente llamada "realidad objetiva". La Teoría de la Relatividad, la mecánica cuántica y la epistemología constructivista se encargaron de plantear la realidad poco menos que inalcanzable e inabarcable, haciéndonos funcionar en términos de creencias y relatividades, lo que solemos llamar la "realidad relativa".
Por otra parte, que las creencias, la ilusión y el entorno de las apariencias, es lo que reina en este mundo, eso es algo que la mística de todas las religiones y de todos los tiempos, ha planteado reiteradamente.
A esa realidad desconocida y última, o esencial, escondida tras las apariencias, le han puesto diversos nombres, según la cultura de origen; y han seguido diferentes métodos para, según dicen los budistas "pasar a la otra orilla", o sea, vivir esa realidad. Los nombres atribuidos son muy conocidos: Dios, Buda, Nirvana, Satori, Alá, Tao, Krisna, conciencia cósmica, etc., etc.
Me consta que miles de personas de muchas partes del mundo, movidas por su intuición y su búsqueda, han tenido acceso a este tipo de literatura mística, me consta que muchos de ellos han obtenido una comprensión profunda del mensaje de vivir esta última realidad; sin embargo, aquellos que han "atravesado" la conciencia del Tener, para adentrarse a vivir la realidad sin esta condición, son escasos, muy escasos.
SIN EQUIPAJE
Lo cierto es que la consciencia del Tener no suelta la presa: "tengo familia", "tengo hijos", "tengo esposa"; "tengo inteligencia", "tengo creencias", "tengo Dios", "tengo una mayor comprensión", "tengo una conducta intachable", "tengo un yo" … Su tiranía es implacable.
Bueno, venimos al mundo sin pertenencias de ninguna clase, nos ayudamos a crecer y a desarrollarnos con una herramienta maravillosa que denominamos "yo" o "ego"; pero que nos llena de propiedades y pertenencias. Ahora debemos madurar y dejar de identificarnos con esa herramienta, porque ya no somos niños. Hay que quedarse, de nuevo, sin pertenencias. Así de crudo.
Permitidme adelantar un par de interpretaciones que pueden hacerse de todo lo dicho: Quien haya entendido que debemos volver mentalmente a una situación prenatal o algo semejante, está equivocado. Quien haya entendido que debe tirar todas sus propiedades por la ventana de su casa, esta persona no debería malgastar su tiempo leyendo este artículo.
Ahora viene lo interesante, a esa poderosa consciencia del Tener, con su centro directriz, el "yo", le queda aún su última tarea, la más bella de todas, y quizá, la más difícil: Debe guiarnos hasta la misma realidad que oculta. Esto ha de ser así, no puede ser de otra manera. Aunque parezca una contradicción, es tan sólo una apariencia. Si no, nos encontraremos "buscando" en otros sitios, y de mil maneras distintas, caminos y alternativas que no existen.
Es posible que lo primero que debamos hacer es un buen trabajo de traducción. Se trata de traducir el lenguaje que producen las tres imágenes (Ser, Querer y Saber), a un entorno más básico, más fundamental, la imagen del Tener.
El lenguaje engaña con sus sutiles expresiones. Para hacernos una idea, los verbos ser, estar y haber; y aquellos como lograr, conseguir, alcanzar, llegar, etc., tienen una traducción directa al verbo tener; por supuesto, todos los posesivos. En fin, no es un trabajo difícil, pero fino.
Cuando aprendemos a traducirlo todo a la consciencia del Tener, entonces, estamos hablando el mismo lenguaje del ego, del "yo". La comunicación es directa e inmediata. Ya solo se trata de soltar esel equipaje que nunca nos perteneció.
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Fuente: Pedro Donaire Jiménez